Sueños de una escritora en Nueva York ( My Salinger Year)
Cuando empecé a ver esta película me invadió la misma sensación que cuando probé por primera vez la tarta Sacher. Fue una tarde de verano en Viena. En una pastelería -cafetería muy cerca del exquisito hotel que dio nombre a la tarta.
La primera cucharadita, la cuchara era de un tamaño minúsculo, sólo me dijo- Bah, otra “mejor tarta de chocolate del mundo”-Ya con la segunda cucharada, no me resultó tan corriente. Y después de la tercera me pareció algo delicioso, delicado, en definitiva sublime.
Deliciosa película con interpretaciones maravillosas de todos y cada uno de los integrantes del reparto. Desde la genial Sigourney Weaver a la encantadora (en toda la extensión de la palabra) Margaret Qualley. Podríamos seguir así con cada uno de los personajes que intervienen en la cinta, incluso con aquellos que aparecen unos minutillos.
Basada en la novela homónima y autobiográfica de la escritora Joanna Ratkoff , la película no cuenta nada especial, no es una historia diferente a otras del mismo estilo. Lo que la hace especial en mi opinión, no es lo que cuenta si no como lo cuenta. Como esta manera de contarlo abre el apetito del espectador por perseguir los sueños, por atreverse a dar el paso inicial para ello y no cesar en el empeño hasta conseguirlos.
Una joven Joanna aparca momentáneamente California y todo lo que tiene en ella, para trasladarse a Nueva York con la intención de convertirse en escritora. Meter la cabeza en el mundo literario no es fácil, y más en una ciudad a la vez tan llena de oportunidades como despiadada y cruel con los aspirantes.
Para ello comienza a trabajar en una agencia literaria, cuyo principal cliente es J.D Salinger. Joanna, en los comienzos, debe esconder su deseo de ser escritora para poder conservar su trabajo de asistenta de la directora de la agencia. La directora es de la opinión de que un buen asistente debe conocer el mundo literario perfectamente pero sin traspasar la línea roja que separa la agencia de sus representados. Muchos han querido antes meter la cabeza y hacerse un hueco en ese mundillo usando la agencia como plataforma para conocer y darse a conocer, y eso no ha gustado nunca en la agencia, por lo menos a su directora. A pesar de que estas férreas directrices al principio hacen mella en la moral y en las ganas de convertirse en escritora de Joanna, el mismo entorno de la agencia y la habilidad de Joanna para ganarse el afecto de la dura dirigente, hacen que poco a poco Joanna vaya recobrando las ganas de escribir y de hacerse un nombre en la selva neoyorquina.
Sus compañeros e incluso el propio Salinger, con el que establece una extraña pero entrañable relación vía telefónica, conducen a Joanna a dejar la agencia y a su primera publicación poética nada más y nada menos que en el New Yorker. La dura y a la vez empática directora, sin haber tenido una conversación con la joven trabajadora más allá de la vida rutinaria de la oficina, comprende la situación y no pone ningún impedimento al despegue como escritora de Joanna.
Es una película con una terrible sensibilidad. Trata muy bien los diferentes puntos de vista que engloban el mundo literario.
Muestra como los verdaderos protagonistas de ese mundo, autor y lector, son relegados habitualmente a un segundo plano tras el negocio. Escritores consagrados son tratados a veces como marionetas, como seres casi inertes que no se enteran que hacen y deshacen con su obra. Escritores noveles que están empezando son víctimas de todas las trabas posibles que impiden su desarrollo natural. Ni siquiera se les permite intentarlo.
Como en otros ambientes el novato es menospreciado, obligado a tragar con empleos basura que aunque pertenezcan al ramo al que quieren dedicar su vida, nada tiene que ver con sus sueños y sus destrezas. Son empleos que ni siquiera les sirven como trampolín para zambullirse en el mundillo. Sus contratantes se aprovechan de la inexperiencia y les llenan la cabeza de pájaros, ilusiones y promesas que nada tienen que ver con la realidad. Tan solo los mas fuertes de cabeza, sobreviven a esta criba “natural” y se proyectan mas allá de sus pseudomentores consiguiendo sus propósitos a pesar de las dificultades. Joanna Ratkoff fue una de ellas y así lo recuerda en su “Año con Salinger”
Tyler Durden