Spaceball : La loca historia de las galaxias
Hace tiempo leí no sé dónde, creo que en Horrorview, que las mejores películas de Mel Brooks eran aquellas en las que trabajaba con otros guionistas. Puede que sea cierto, porque las que son para mí las mejores películas de Brooks son El jovencito Frankenstein (Young Frankenstein, 1974), en la cual escribió el guion junto a Gene Wilder; y La loca historia de las galaxias (Spaceballs, 1987), en la cual escribió el guion junto a Thomas Meehan y Ronny Graham. En cuyo caso, Los productores (The Producers, 1968) sería una excepción, ya que escribió el guion de esta película, la original, él solo.
Sea como sea, Spaceballs es una gran comedia. Como habréis deducido ya, la película es una parodia de La guerra de las galaxias (Star Wars, George Lucas, 1977).
Lo interesante para mí de esta película, las partes que más me divierten, no son tanto las que parodian momentos de la película o las obvias referencias de las que partió Lucas, sino todos los chistes metalingüísticos, que abundan en esta película. Con ello me refiero, por ejemplo, a los chistes basados en como transmiten la información a los espectadores los guionistas o a la afición por las secuelas:
Lone Starr (Bill Pullman): Yogurt, ¿nos volveremos a ver?
Yogurt (Mel Brooks): Si todo va bien, es posible que nos veamos en Spaceballs 2: En busca de más dinero.
Otro running joke muy trabajado es el que hace referencia al merchandising. Como la Twentieth Century Fox pensaba que La guerra de las galaxias era una simple película espacial de bajo presupuesto, no puso impedimentos a que George Lucas se quedara con los derechos de imagen y explotación de la película como parte de su contrato. De ahí que Lucas se hiciera rápidamente millonario gracias al merchandising y la explotación de productos como juguetes, vasos, ropa de cama, camisetas… Hecho que se parodia no sólo en una escena en la cual Yogurt hace una exhibición en su tienda de merchandising de Spaceballs (“de donde de verdad se gana dinero con la película”), también a lo largo del film vemos infinidad de productos Spaceballs. Un hecho, que las productoras casi ganan más con la explotación de merchandising que con lo que sacan en taquilla, que actualmente es más cierto que cuando Brooks hizo la película.
Otro gag que resulta más auténtico ahora que en el momento de hacer la película tiene lugar cuando los malvados Spaceballs intentan localizar a los héroes de la película usando un ingenioso truco: se ponen a ver la propia Spaceballs para ver dónde se han metido los buenos. Y digo que resulta más auténtico ahora porque vivimos en un mundo en el que muchas veces se filtran a Internet películas incluso antes de que se estrenen.
Pero la película está llena de momentos divertidos como el de “la velocidad absurda” o la parodia de Alien – El octavo pasajero (Alien, Ridley Scott, 1979) con el propio John Hurt. A la diversión también contribuye un buen reparto en el cual destaca Rick Moranis como Dark Helmet, John Candy como Barf (“soy un perrombre: mitad hombre, mitad perro. Soy mi propio mejor amigo”) y George Wyner como el coronel Sandurz.
Con Spaceballs me pasa lo mismo que con las películas de Austin Powers (en VO, dobladas son una mierda no son muy buenas), y es que me divierto más con las partes protagonizadas con los malos de la película que con los buenos. Las escenas que protagonizan los Spaceballs con Dark Helmet al frente son para mí las más divertidas, igual que prefiero al Dr. Evil que a Austin Powers. En cualquier caso, es divertida de principio a fin e ideal después de ver una película oscura como Cisne negro (Black Swan, Darren Aronofsky, 2010).
Autor: Raúl Calvo
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