Crítica Noche en el museo 2
Regla número uno de las segundas partes: haz lo que ya hiciste pero multiplícalo por dos. Pues eso es exactamente Noche en el museo 2.
La película arranca cuando Larry Daley (Ben Stiller) ahora un inventor de éxito, vuelve al Museo de Historia Natural a visitar a sus antiguos amigos. Pero justo llega en el día en el que todo en el museo está siendo empaquetado para dar paso a nuevas instalaciones. Los viejos muñecos se dirigen a los almacenes federales del Smithsonian, el museo más grande del mundo, tabla de Ahkmenrah incluida. El caos puede ser monumental si Larry no llega a tiempo de evitarlo.
El problema de la película es que este planteamiento que podía haberse resuelto en menos de diez minutos, se alarga a más de veinte, con conversaciones explicativas y larguísimas, obvias y bastante pesadas. Cuando por fin empieza lo bueno y llega la noche, ya tenemos clarísimo cuál va a ser la moralina de la película y parece que nada nos vaya a sorprender. ¡Error! Menos mal que a alguien se le ocurrió contar con Amy Adams.
Toda la chispa de la película la mantiene esta actriz que ya conocemos de “Encantada” o “Junebug”, interpretando a Amelia Eckhart, la primera mujer que cruzó el Atlántico pilotando un avión. Mientras Ben Stiller se pasea por la película con cara de aburrido, Amy Adams trata de dar una energía al personaje que, como mínimo, es digna de valorar.
Los diálogos no siempre juegan en favor de los actores que mantienen durante minutos bromas con la gracia agotada (la pelea entre guardas de seguridad es un sinsentido). Sigue habiendo buenos momentos, sobre todo de la mano de los nuevos personajes del Smithsonian, pero la película está llena de altibajos. Sin duda, lo mejor, es la galería de pintura, fotografía y escultura cobrando vida.
Pero lo más pesado de Noche en el museo 2 es el obsesivo americanismo. Otra vez son los mismos iconos de siempre los que aparecen para salvar la situación: el espíritu de San Louis, el general Caster o, como no, el omnipresente Lincoln. Las consignas de siempre, los valores americanos de toda la vida… si en Europa ya estamos hartos de oír lo mismo, ¿qué opinarán en Estados Unidos?
Dicho esto, la película se deja ver. Da lo que promete, con momentos divertidos, emotivos y ridículos. Especialmente diseñada para los niños, no decepcionará a quien vaya buscando precisamente “Noche en el museo” multiplicada por dos.