Crítica Llévame a la luna

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A veces la vida nos sorprende y nos empuja a girar 180º sin ni siquiera preguntar. Una vida idílica, estable, con todo lo que siempre se deseó (o nos hicieron pensar que deseábamos), se desmorona para dar paso a otra menos idílica pero más auténtica. Esta es la temática de esta gran comedia romántica.

Una vida con más realidad, menos protección, más intensa. Una manera de vivir sabiendo y sintiendo que estás vivo. Escapar de la vida cómoda, huir de nuestras jaulas de oro para emocionarnos y sentir en el seno de lo imprevisible.

Una fantástica interpretación de Diane Krüger, que cada día crece más como actriz. Ya dio el do de pecho en la cinta de Tarantino, Malditos Bastardos, pero este nuevo registro en el que prácticamente nunca habíamos visto a Diane, le viene tan bien como a otras actrices consagradas en el género como Meg Ryan, Sandra Bullock o Cameron Díaz.


Las casualidades existen y casi siempre se muestran en forma de lección
para aquellos que se creen seguros en y de su mundo y en ocasiones tienden a despreciar el del resto. La casualidad viene en forma de tren que no hay que dejar pasar y última oportunidad para comprobar que su mundo no es el único que merece la pena.