Crítica Indiana Jones y el Templo Maldito, de Steven Spielberg
Mini-crítica sin spoilers: Tras el enorme éxito de la mítica ‘En busca del Arca Perdida‘, y en vista de que su protagonista se convirtió, por méritos propios, en un icono del séptimo arte, nos llegó otra de sus aventuras, con nuevos personajes, y una historia muy diferente a la de sus predecesora, sin nazis pero mucho más tenebrosa. A pesar de que está considerada de forma casi unánime como la menos brillante de la trilogía, creo que nos encontramos de nuevo ante una rotunda Obra Maestra del cine de aventuras, tan genial como la anterior, e incluso con un ritmo aún mejor. Una auténtica gozada. NOTA: 10/10
Crítica completa con spoilers: Llamadme raro, pero disfruto más con esta precuela (está ambientada en 1935, y ‘En busca del Arca Perdida’ en 1936), que con la cinta original. No me malinterpretéis, adoro la inimitable primera peli, pero el hecho de que se lo hagan pasar tan mal a Indy… Me encanta. Y es que esta es sin duda la película más oscura de la saga, pues en esta ocasión el objetivo, más que rescatar alguna reliquia, es simplemente sobrevivir. Además, es la más “dferente” de la trilogía: No hay nazis, no están ni Marcus ni Sallah… ¡Ni Marion! Quizá sea esto lo que no convence a muchos, pero a cambio se termina de perfilar el personaje de Indiana (clavado de nuevo por un Harrison Ford que, oh, sorpresa, derrocha carisma) y se gana en ritmo y emoción, ya que desde que el film empieza es físicamente imposible aburrirse. Esto es evidente desde el BRUTAL arranque, un prólogo que engancha y, a diferencia de su predecesora, no es simplemente una introducción, sino que nos lleva directamente a la trama principal a través de la adrenalítica caída del avión en la balsa. Esta vez, Indy se embarca en su misión simplemente por accidente, un detalle que me gusta muchísimo. Después de esto, el tempo se ralentiza para presentarnos en que va a consistir la aventura del Dr. Jones, e ir conociendo mejor a sus dos compañeros: Por un lado tenemos a Willie, un estereotipo femenino radicalmente opuesto a Marion, pues no hace nada útil más que chillar y asustarse. Pero es divertídisima. El gran alivio cómico del film, tiene varios puntazos que hacen que, aunque en teoría pudiera ser realmente insoportable, uno acaba cogiéndole cariño. Por otro lado, tenemos a Tapón, algo así como un pupilo de Indy, cuya relación con el arqueólogo será de lo mejorcito de la peli (atención a la mutua entrega de sombreros en cierto punto del film).
Estas escenas “tranquilas” y de presentación, como la, por un lado cachondísima, por otro extremadamente tensa escena de la cena, son la prueba de lo perfecto que es el ritmo de la peli, pues acelera cuando hay que acelerar y frena cuando hay que frenar (que puto amo es Spielberg), y nos prepara para lo que está por llegar, que comienza con el brillante segmento de los bichos y la “sala del techo descendente con pinchos”. Y sobre todo, con el instante en el que por fin percibimos la oscuridad y lo tenebroso:
El ritual Thoguee (o como se escriba). La impresionante música de John Milliams y la rojiza iluminación ya nos avisan, pero realmente uno se queda de piedra cuando el villano del film, Mola Ram, le arranca el corazón al chico que sirve de sacrificio. Pero esto no es lo peor, ni tampoco ver a los pobres niños esclavos. Lo que realmente da esa tenebrosidad a la cinta es ver a nuestro Indy, hechizado, formar parte de la secta. El segmento más duro de la peli, sin duda, pero afortunadamente Tapón interviene (dan ganas de aplaudir al chaval), y enseguida recuperamos el tono de aventura y entramos en la recta final, que es una auténtica montaña rusa de emociones. Resulta increíble como, a partir de aquí, salimos de una escena sensacional tan solo para meternos en una aún mejor. Y en todo momento con el corazón a mil, viviendolo a tope. Adrenalina pura. Por supuesto, hay que destacar la que es seguramente la escena más recordada, la más mítica: La de las vagonetas en la mina. ¡Buff! Que decir de ella. A parte de espectacular y divertidísima, resume el espíritu y las intenciones del film a la perfección: No dejar respirar al espectador.
Uno podría pensar que después de este colosal momento nos relajaríamos un poco, pero nada más lejos de la realidad, pues llegamos al puente colgante, y con ello, al clímax, que por supuesto, está a la altura de lo visto anteriormente y supone un broche de oro inmejorable.
Y así, viendo a Indy, Willie y Tapón regresando a la aldea, mientras suena la inolvidable música que acompaña al personaje, acabamos esta colosal aventura con una sonrisa en la cara. Una aventura a la que las palabras “trepidante” y “emocionante” se le quedan cortas, pues el efecto que produce es como ir a un parque de atracciones, pero sin las colas interminables.
Sencillamente brutal, todo lo que una película del género debe ser.
Autor: dr.indy