Crítica Headshot
Fun Bar Karaoke fue la ópera prima del director thailandés Pen-Ek Ratanaruang, su enrevesado trama, que nos contaba la vida una joven cuyo padre alcohólico estaba enamorado de una camarera de un karaoke, sorprendió al público incluso más allá de sus fronteras.
El director se ha ganado a pulso un hueco en Sitges, donde nos ha presentado su trabajo Headshot, un film que bebe del clásico cine negro y que ha sido elegido en Thailandia como película para representar a su país en la próxima edición de Óscars.
Headshot nos mete en la piel de un policía cuyo honor es puesto a prueba, pero al margen del resto de sus compañeros enredados en una maraña de mafia él desafía la corrupción imperante. En medio de un ambiente opresivo, un futro negro y una desilusión, patente en todos los personajes del film, el recto policía es engañado y se convierte en un despiadado sicario. El espectador mostrará incluso empatía en este cambio, ya que será al margen de la ley donde se puede hacer justicia, algo que nuestro protagonista sabe hacer muy bien.
Como en todo buen cine negro no falta la mujer fatal, la caída a los infiernos más profundos y la deshumanización del individuo, todo ello aderezado por la voz en off del antihéroe de turno. Headshot no es una película de acción, es más bien lenta y que roza el pesimismo existencialista, avisados estáis.
Saludos cinéfilos!!