Crítica El sexo de los ángeles

¿Pero adónde demonios nos llevan y por qué ahora estamos al revés?

Después de su paso por el Festival de Málaga donde la película recolectó tres premios, o mejor dicho, Biznagas (dos de interpretación y otro a mejor fotografía); llega a nuestras pantallas El sexo de los angeles, cuya premisa de inicio es una de las más aprovechadas por nuestro cine.

Se trata de una premisa fresca, original y muy antisistema. La de un trío amoroso en las fronteras de la moralidad y la sexualidad. El de unos jóvenes ansiosos por aprender a sentir.

Eso es lo que promete el filme allá por el minuto cinco. Tras eso, la debacle dramática se sucede. Me gustaría decir que se trata de un hundimiento dramático meramente diegético (bueno, expresado así de ostentoso tampoco me veo), pero es que el verdadero drama resulta de la planificación y desarrollo del libreto, especialmente centrado en unos diálogos que nos hacen preguntarnos por increíble que parezca si sólo han tenido un único borrador.

El problema nace primordialmente de lo siguiente: casi todo pensamiento que ronda la cabeza de los tres protagonistas se expresa en alto. Esto es la fatalidad cinematográfica. Porque si bien podemos esconder determinados defectos de fábrica en un guión, el trabajo en el diálogo es el más arriesgado porque expone a su creador directamente. Casi podríamos aplicar en este caso en concreto la consigna de el que mucho habla mucho yerra. Y eso se nota si lo que nos ofrecen los personajes son líneas planas de pensamiento y palabra, aunque estén adornadas con las emociones más profundas.

Otro aspecto que me ha sorprendido es la gratuidad de determinadas licencias, y sobre todo, del sexo. Será quizá porque en mi caso no he llegado a abstraerme lo suficiente para disfrutar del trabajo artístico en la realización de Xavier Villaverde, pero es que, especialmente el sexo, que pone título a la película, resulta vacío de significado visual.

Continúo, porque el uso, y digo el uso, de los personajes más en segundo plano otorga un aroma de intención que tampoco se enmascara: respiramos sin control, por ejemplo, que la amiga de la protagonista le indique y le gire por donde más interese; es más, con tanto giro que ella sufre (ya nos dimos cuenta de lo de su inestabilidad emocional), llega a causar cierta impresión de personaje profundamente retrasado.

El sexo de los Ángeles

¿Pero adónde demonios nos llevan y por qué ahora estamos al revés?

Con todo el trío protagonista, Astrid Bergès-Frisbey, Álvaro Cervantes y Llorenç González se las apaña como puede si atendemos al naufragio en el que la película parece constantemente sumido.

Lo más curioso es que el repentino (después de esa montaña rusa de estructura no habría quién sospechase ya de un clímax) momento climático de la película se resuelve con mucho acierto, dejándonos otra vez la sensación, si nos olvidamos del mundo del diálogo, de talento sin rematar. !Buena suerte! (Es lo que va a necesitar el filme)