Crítica El regalo

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Reconozco lo afortunado del título, especialmente en lo que concierne al excelente guión con el que nos obsequia. Una “rara avis” en los tiempos cinematográficos que corren, sin duda. De cualquier manera y aunque en el cartel aparezca el festival de Sitges de por medio, no es una película de terror al uso. Es más, pocas películas, aparte de su bien trenzada trama, alcanzan una dimensión humana como esta y que la hace tan sumamente sugerente. Sé que la han catalogado como la nueva Atracción Fatal del siglo XXI, me parece una comparación que roza la simpleza más absoluta y en nada se ajusta al espíritu de la película. “El regalo”, aparte de un thriller muy bien construido donde nada queda desatado, plantea algo más allá y desgraciadamente común, pavorosamente común. Como una falacia, sustentada por atávicos prejuicios y gran dosis de malicia, puede ser asumida como verdadera.

Probablemente el guionista no pretendiera mostrar el trasfondo que tan brillantemente ácido subyace. Desde luego yo lo percibí así, algo que está cada día mas enquistado en nuestras vidas.
Las redes sociales y sobre todo el periodismo lo ha transformado en un arma de destrucción de lo más abrasadora y desoladora. No recuerdo que persona autora de la cita: “ cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser interesante”, pero no puede ser más acertada. Los grandes medios de comunicación no es que ejerzan un gran poder en la sociedad, es que realmente son ellos el poder. Su habilidad para penetrar en nuestras mentes y sugestionarlas sin apenas ser conscientes de ello, les proporciona la capacidad de distorsionar la realidad, hasta moldear nuestra mentalidad para que lleguemos a las conclusiones que nos proponen.

Las redes sociales muestran también estas prácticas, en muchas ocasiones mucho más burdas, pero efectivas en su labor de demolición humana. Una demolición a gran escala y en mili segundos. Y en la mayoría anónima o, aún peor, cobardemente parapetada en una identidad falsa. Y aun así tiene crédito. Antes las mentiras tenían una trazabilidad y podías averiguar su “foco de emisión” y dependiendo de éste le podías otorgar cierta credibilidad. Existía, al fin y al cabo, una cierta coherencia en ello que le daba cierta consistencia, aún siendo engañado.

En definitiva y volviendo al film que nos ocupa a modo de conclusión, de lo que estoy convencido es que este te satisfará y mucho.

Puedes creerme…¿ o quizás no?.

Autor: Carlos Gómez