Crítica “El mensajero”, de Ric Roman Waugh

El mensajero (2)

El mensajero (1)A priori uno podría quedar engañado ante la presencia amenazante del actor Dwayne Johnson en el poster de la película, esperando encontrar una historia de acción bestia como las que suele protagonizar The Rock, si bien es verdad que donde más luce es en papeles secundarios, ya sea tirando de vis cómica o de pura chulería, como aparecerá en la última entrega de Fast & Furious –lo mejor de su predecesora fue el enfrentamiento a guantazo limpio con Vin Diesel, otro que reparte de la misma forma, es decir, a dolor-. Sin embargo, si uno se acerca unos pasos a dicho cartel y se molesta en leer las frases casi ocultas en el mismo, descubrirá que se trata de una historia basada en un hecho real y que se plantea una pregunta que no por manida deja de aparecer constantemente: ¿hasta dónde llegarías por tu hijo? Es decir, la trama común de la mitad de los telefilmes que echa Antena3 cada fin de semana en su sobremesa.

El mensajero (4)John (The Rock) tiene una empresa de construcción y vive feliz con su segunda esposa –la guapa actriz Nadine Velazquez, a la que vimos hace poco en El vuelo- y su hija pequeña. Su vida sufre un giro inesperado cuando su hijo de dieciocho años, de su anterior matrimonio, es capturado con un buen alijo de droga, entrampado por su mejor amigo gracias a una de esas leyes estadounidenses que no hay quien entienda, que recuerdan a la caza de brujas del senador McCarthy. El director, que es también guionista y ha trabajado la mayor parte de su carrera profesional como extra, desarrolla toda la trama dándole un toque de thriller alrededor de esta curiosa ley, que permite a la justicia echarle diez años a un chaval según lo grande que sea el cargamento, pero rebajárselo a apenas un año si es capaz de delatar a otro camello o distribuidor.

El mensajero (3)Como el joven en realidad es buena gente y lo han liado sin remedio, va a la cárcel, donde tiene la supervivencia muy cruda. Su padre, desesperado, hace un trato con la policía: ofrecerse él mismo en una operación encubierta para capturar a un importante camello de los alrededores. Susan Sarandon y Barry Pepper, con unas pintas de lo más llamativas, representan lo bueno y malo de la justicia; mientras que en el bando de los traficantes tenemos a Kenneth Williams y a Benjamin Bratt, ambos centrados en sus carreras en televisión, rasgo que comparten con el compañero de desventuras de nuestro protagonista, su ticket de entrada en el mundo del tráfico de drogas: el actor Jon Bernthal, que interpretaba a Shane en las dos primeras temporadas de The Walking Dead.

La película no es mala, pero poco se puede decir de ella más allá de que resulta entretenida. Su trama de telefilme queda disimulada por un reparto que no es malo y por unas secuencias donde hay un poco de ritmo y acción, si bien resulta curiosa la elección de su actor protagonista, que no suelta un puñetazo en toda la película. Además queda un poco larga, casi dos horas y en su tramo final tiene una serie de giros de guión un tanto cogidos por los pelos.