Crítica Dolor y dinero, de Michael Bay

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Tras el estreno de El Hombre de Acero a finales de junio quedé tan traumatizado que me ha sido imposible volver a una sala de cine en busca de emociones fuertes. En mis pesadillas aparecían constantemente ciudades destruidas por ángeles vengadores, disfrazados como mis héroes de infancia. Uno que sabe de lo que hablo es Michael Bay, auténtico especialista en causar daños a la propiedad privada, solo superado por su colega de profesión Ronald Emmerich, que no se conforma con cargarse ciudades enteras, sino todo el planeta –si Bay fuera una plaga de Egipto, sin duda Emmerich sería el meteorito que extinguió a los dinosaurios-.

Bay, asiduo a los blockbusters veraniegos, sorprende a sus seguidores, que los tiene, al elegir una película más pequeña a la que nos tiene acostumbrados, sobre todo tras la trilogía de los Transformers –de las cuales sólo la primera tenía un pase, gracias a esa mezcla única de pibones y coches que nunca cansa al respetable-. Para este paréntesis artístico, Bay ha confiado en dos actores de moda como son Mark Wahlberg y Dwayne “The Rock” Johnson, acompañados por Anthony Mackie. La historia es un tópico de las comedias de acción: tres tipos que coinciden en un gimnasio, culturistas y entrenadores personales, deciden cambiar sus vidas secuestrando y extorsionando a uno de los clientes más ricos, interpretado por Tony Shalhoub, el de Monk, la serie de ese policía algo desquiciado. Típico argumento al que los Coen podrían sacarle algo de partido pero que en manos de Bay se convierte en un espectáculo de luz y color –la acción tiene lugar en Miami- con muy pocos golpes de humor, repleto de sus mejores recursos: esos contrapicados, las cámaras lentas con gente andando y mirando hacia el infinito, la cámara que gira alrededor de uno de los personajes, etc. Un poquito de acción desquiciante y unos protagonistas que van saltando de mal en peor a cada paso que dan.

Duele ver en películas como estas a actores como Ed Harris, pero hay que recordar que uno de sus papeles más famosos tuvo lugar en una película de Bay: La roca. Algo habrá tenido que ver. Además la producción salió muy barata, sin llegar a los treinta millones de dólares y recaudó prácticamente el doble en la taquilla norteamericana. Le sobra metraje por todos lados, aburre bastante y solo se salvan algunos puntos aislados, pero muy pocos. Y sí, hay explosiones.