[Crítica] X-Men: Primera Generación
Antes de hablar propiamente de la película, permitidme hacer un comentario sobre los que pensáis ir a verla.
Si cuando vayas al cine lo haces buscando una fiel adaptación del imaginario mutante, si le vas a sacar punta a cada detalle, a cada imprecisión, a cada licencia que se han tomado tanto los guionistas como el director, mejor date la vuelta y elige otra película. Porque, como en tantas otras películas de superhéroes, cualquier parecido con la “realidad” es pura casualidad.
En cambio, si cuando vayas al cine lo haces buscando acción, amistad, espíritu de superación e, incluso, algún punto gracioso, cómprate un tanque de palomitas, siéntate en tu butaca y disfruta. Eso sí, primero pasa por el baño, ya que la película dura casi dos horas y cuarto. No es que se haga larga, todo lo contrario, pero no dejan de ser más de dos horas que pueden llegar a ser muy incómodas.
Ambientada en plena Guerra Fría, con el trasfondo histórico de la crisis de los misiles, Singer y Vaughn recrean con acierto el mismo mundo que vio nacer, hace más de 50 años de las manos de Lee y Kirby, al grupo mutante más famoso de la historia. En la película nos enseñan cómo se forja y posteriormente se destruye la amistad entre Xavier y Erik, la fundación de la Escuela y los accidentados inicios de la “primera” formación mutante, teórica antecesora de aquella que protagonizó las tres películas anteriores. Escriben, desde cero, las bases sobre las que sustentar la historia mutante cinematográfica, tomando diversos elementos de las historias originales y fundiéndolas en un más que plausible inicio.
Se pueden reconocer dos partes claramente diferenciadas. La primera, más pausada, recuerda a las películas
clásicas de James Bond y a la mítica serie Misión Imposible, mientras que la segunda es más parecida a las anteriores de la franquicia, con grandes dosis de acción y efectos especiales a raudales. Estos efectos especiales, que no roban protagonismo a los actores ni interfieren en el argumento, son el complemento perfecto para una historia bien contada.
Es la primera parte la que permite al director profundizar, en mayor medida, en los personajes, que comparten
con los espectadores sus pasiones y sus miedos, sus motivaciones y su necesidad de aceptación. Sienta las bases éticas y morales que justifican el desarrollo de la historia, establece vínculos entre los personajes, y deja abiertos múltiples hilos argumentales por descubrir.
En cuanto al trabajo de los actores, los dos principales, McAvoy y Fassbender, superan con nota la complicada labor de mantener la calidad interpretativa de sus equivalentes “modernos”, Stewart y McKellen. Personalmente, me ha gustado mucho la interpretación que hace Fassbender del joven Magneto, lleno de odio y dolor hacia Kevin Bacon (por cierto, el papel de malo malísimo le queda que ni pintado). Y sus “pupilos” realizan, en conjunto, una interpretación bastante creíble de un grupo de jóvenes para los cuales todo es un juego hasta que un fatal episodio les hace tomar conciencia de la situación en la que se encuentran, tomar partido y aceptar las consecuencias de sus actos.
Por: Moctu