[Crítica] The Lovely Bones

Seamos francos. Está muy feo y da muy poco prestigio, pero todos lo hemos hecho alguna vez. Cuando vi en los anaqueles de mi librería favorita la novela Desde mi Cielo, de Alice Sebold, el título me llamó la atención, y el resumen de la contraportada me pareció lo suficientemente atractivo como para que me motivase a leerla. Pero tiene uno tantas cosas pendientes que lo dejé pasar. Y cuando me enteré de que Peter Jackson se iba a encargar de hacer la adaptación cinematográfica, no me lo pensé dos veces y decidí que con la peli me valía. Ya, ya, no me echen la bronca, pero así son las cosas. Servidor tiene los mismos defectos que cualquiera de ustedes, qué quieren que les diga.

Soy consciente de que Peter Jackson es el director de la trilogía de El Señor de los Anillos, pero, oh sacrilegio, no he visto ninguna de esas películas. Jamás me atrajo el mundo de Tolkien con sus elfos y sus duendes. Mi distanciamiento cínico no me deja entrar en ese tipo de fantasía. El Peter Jackson que yo conozco es el de Bad Taste y Braindead. Hasta el de Criaturas Celestiales, incluso. Después de eso se metió en blockbusters como King Kong y cosas así, y yo le perdí la pista. Este es su siguiente trabajo tras acabar de contar las aventuras de esos seres con nombre de analgésico (¿no había uno que se llamaba Eferalgán?). Un regreso ejecutado mano a mano con DreamWorks, la productora del pesado de Steven Spielberg. Y la influencia del artífice de E.T. se nota de lo lindo en este film.

The Lovely Bones empieza muy bien. Narrada en primera persona en tono intimista, nos cuenta la historia de Susie Salmon, una niña de 14 años que nos dice desde un principio que ha muerto asesinada por un vecino que resulta ser un criminal en serie. Nos presenta su vida, su familia, su muerte y su introducción a una vida posterior. A partir de ahí la cosa se tuerce y se convierte en un trip de buen rollito excesivo y agotador con demasiados momentos mal resueltos. Todo en esta película está pasado de rosca, todo parece impostado y falso. Hay demasiado metraje superfluo, demasiados fotogramas recargados de CGI barato y cantarín, aunque haya costado una pasta. Y es que el despiporre visual no le sienta nada bien. Como tampoco le cuadran los forzados toques de humor. Una puesta en escena fluorescente que funciona en Promethea de Alan Moore y J.H. Williams III, pero que aquí parece un anuncio de champú eterno, exagerado, chirriante y definitivamente indigesto.

No es ya que Mark Wahlberg, que no sé si es peor como actor o como músico, y que debería haber seguido anunciando calzoncillos, que eso sí que se le daba bien, esté como es habitual en él, pésimo en su papel de sufrido padre. Es que hasta la sólida Susan Sarandon está poco acertada. Y Stanley Tucci haciendo de malo malísimo también queda algo histriónico, aunque, bueno, eso lo es siempre. Pero hay demasiados postizos, demasiadas pelucas, demasiados bigotes falsos, demasiados pelos teñidos que lo cubren todo de una pátina de plástico, de hule, de formica y de mediocridad, que diría Antonio Gala. Sólo la actuación de niña protagonista, Saoirse Ronan, casi salva la película. Casi. Probablemente esta historia sea más coherente en su original versión novelística. Y es que hay libros que es preferible no llevar al cine. Malas noticias: habrá que seguir leyendo, amigos.

The Lovely Bones es dos películas en una. La primera, que no está mal, es el relato de un crimen y el descubrimiento del asesino. La otra, desaforada pero nada proselitista, la que nos cuenta que las personas queridas que ya no están con nosotros siguen aquí, orientándonos de alguna manera para conducirnos en esta vida. Sin mensajes religiosos ni intervenciones divinas. De alguna manera me quedo con esta lectura y con la banda sonora de Brian Eno, espléndida como siempre. Lo malo es que para decirnos eso no hacía falta tanta pirotecnia.