Crítica El último Elvis
Titulo original: El último Elvis.
Género: Drama.
Dirección: Armando Bo.
Intérpretes: John Mc Inerny, Griselda Siciliani y Margarita López.
Origen: Argentina (2011).
Duración: 91 minutos.
Formato: 35 mm.
Clasificación: Solo apta para mayores de 13 años.
Estreno: 26 de abril 2012.
Calificación: Muy buena.
“Yo inventé el Rock n’ Roll… Nunca dejé de estar de moda”. Elvis está vivo. ¿Acaso nos mintieron contándonos de su muerte? Las luces se encienden, vuelven a brillar y vemos como este “Elvis” deja sudor y sangre en el escenario y, aunque sea por un momento, nos creemos que “El rey” ha vuelto. La ópera prima de Armando Bo, nieto del recordado director y coguionista de Biutiful, se dedica a mostrar la vida de un imitador de Elvis Presley, su obsesión y la manera en que el hombre termina fagocitado por el personaje.
Carlos Gutiérrez (nombre que escucharemos de su boca solo una vez) no quiere que lo llamen así, sino por su “nombre artístico”. La vida de Elvis (John Mc Inerny) transcurre entre dos mundos bastante antagónicos: la gris y oscura fábrica de cocinas donde trabaja durante el día y su trabajo de imitador, que es lo único que parece darle una razón para vivir. El físico de Mc Inerny nos recuerda a la última época del hombre al que imita, con una prominente panza acompañada de unas anchas patillas. Separado y con una hija pequeña, la vida de este Elvis no parece tener lugar para nada excepto para su constante admiración por el cantante. Sin embargo, cuando su ex esposa sufre un accidente automovilístico y debe hacerse cargo de una hija que no lo reconoce como su padre, Elvis irá evadiéndose cada vez más de la realidad hasta el límite de seguir los pasos del verdadero.
Su voz (tanto cuando canta como cuando simplemente habla), su postura corporal y hasta los sándwiches de mantequilla de maní y banana, todo esto hace para parecerse a su máximo ídolo. Fuera de su familia y el trabajo, la única interacción de Elvis con el mundo exterior es con la gente que lo contrata y con los dobles de otros cantantes (Mick Jagger, Iggy Pop, Los Beatles, etc.), con quienes se cruza permanentemente en una especie de sindicato que los nuclea. Es así que ese entorno no hace más que alimentar su fantasía de creer ser el rey del rock n’ roll, lo cual terminará por devorarse a su verdadero yo.
En cuanto al aspecto técnico, hay que decir que El último Elvis cuenta con muchos aspectos a destacar como la increíble selección de canciones que se hizo, sobre todo teniendo en cuenta que si hay una artista con un vasto repertorio sin dudas es Elvis. Armando Bo nos introduce al protagonista con una gran versión de Zarathustra/ See See Rider (con la que El rey solía comenzar sus espectáculos), acompañada de un genial plano secuencia que arranca desde unas escaleras llevándonos hasta el escenario. Tampoco hay que olvidarse de la gran puesta en escena que en general muestra un estilo retro y que va desde la suciedad de la fábrica hasta el colorido de lo artístico.
La otra mitad de la película, por supuesto, está delante de cámaras y es el increíble (y hasta ahora desconocido) John Mc Inerny, que con su tremenda voz nos ofrece grandes versiones de Unchained Melody y You Are Always on my Mind, entre otras. Pero las virtudes de Mc Inerny no solo se resumen al aspecto musical, ya que brinda una genial interpretación de un hombre melancólico y hasta a veces triste, excepto cuando pisa un escenario. Un actor que con su personaje genera mucha empatía por más erradas que sean las decisiones que toma en su vida.
El último Elvis es una historia mínima pero ante la cual resulta imposible permanecer indiferente y encariñarse con su personaje principal. Una ópera prima bien cuidada en todos los aspectos y con un director que, de seguir por este camino, dará mucho que hablar en el corto plazo, además, resulta un film agridulce por el drama inherente a la trama aunque todo se hace más llevadero con buena música. De lo mejor que ha dado el cine nacional en lo que va del año.
Autor: soypocholero