Crítica El Francotirador

francotirador

No es ni mucho menos la mejor película de Eastwood. A pesar de tener un título revelador y que aparentemente introduce estupendamente el argumento, si se escarba en la historia la ambigüedad aflora y la idea primera queda diluida entre otras que surgen a medida que se desarrolla la historia.
Partimos de la historia de un joven que marcado desde niño por la obsesión de su autoritario padre por la protección al prójimo, acaba alistándose en unos de los cuerpos de élite del ejército estadounidense como francotirador. Un puesto muy acorde con esa obsesión, ya que un francotirador protege desde la sombra las operaciones de asalto de marines y cuerpos especiales de tierra.

Esa megaobsesión por la defensa del débil inculcada en la infancia, le lleva a atormentarse por cada muerte que no puede evitar. Y es que, a pesar de haberse convertido en el mejor tirador de la historia del ejército americano y haber evitado más muertes que cualquiera en la historia, la inevitable imperfección de este tipo de trabajo junto con su terrible ansia de protección y perfección le condena hasta límites de psicosis.

Su educación tradicional, machista y chovinista, le hace entrar en una espiral de autodestrucción social que solo encuentra alivio cuando entra en combate. Nada sacia más sus ansias que velar por las vidas de sus compañeros. Ni siquiera su propia familia calma esa obsesión. Sin abandonar del todo sus obligaciones como padre y esposo, tampoco es su prioridad. Fue su educación la que le llevó a formar una familia clásica, sin darse cuenta que más que necesitarla, le venía impuesta de serie.

La misma indiferencia que el protagonista (Bradley Cooper) muestra por su familia es la que el director muestra por el papel de la esposa (Sienna Miller). Quizá a posta quizá no, pero el papel de Sienna es irrelevante y confuso. Se presenta como una mujer con personalidad nada impresionada por la figura de alguien como el soldado, pero a medida que avanza la cinta el personaje se diluye tanto en la pantalla como en la mente del protagonista.Al final la falta de personalidad que se esconde tras su apariencia de tipo duro y que aflora en su vida fuera del campo, le lleva a retirarse. Y es en esta etapa, corta, donde el hombre sucumbe a su realidad y pierde las riendas de su vida y se deja arrastrar por la mediocridad y la apatía hasta que la muerte y creo que su alivio, le encuentra.

A veces ciertas obsesiones nos matan, a veces ciertas obsesiones nos dan la vida. El genio no demanda de la sociedad que comprenda sus obsesiones, solo que las respete, se aleje y observe desde lejos como para crear algo maravilloso a veces es necesario entregar literalmente la vida a ello.