Crítica Alicia en el País de las Maravillas

Recurrir a un clásico de la literatura aporta ciertas ventajas; pero también ciertos riesgos. En el caso que nos ocupa, y dado el carácter irracional (al menos en apariencia) que ha mantenido la historia de Caroll desde sus orígenes, el intento de realizar una película comercial que llegue a un amplio espectro de público implica un enorme esfuerzo de reelaboración en todos los aspectos, hasta convertir el referente literario en un mero pretexto. La Alicia en el País de las Maravillas de Tim Burton se queda a medio camino entre el universo literario del autor y las innovaciones adaptativas necesarias para construir, sobre esa base, una nueva y original historia.

El argumento de la película se centra en una joven y extravagante Alicia, que es presionada por su familia y su círculo social para que responda afirmativamente a la propuesta de matrimonio de un joven rico y poco agraciado Lord. En la fiesta de pedida de mano, mientras piensa en la decisión que va a tomar, regresa al mundo fantástico de su infancia que ha olvidado. Esta nueva estancia le obligará a enfrentarse a sus miedos y a tomar las riendas de su vida, lo que convierte el núcleo central de la historia en un rito de paso entre la adolescencia y la vida adulta.

El aspecto más destacable de la película es el diseño artístico característico de Tim Burton en paisajes, escenarios y personajes. Aprovecha, de este modo, las posibilidades imaginativas que ofrece el libro de Carroll, que ilumina con formas góticas de gran belleza y colorido, las cuales encajan perfectamente con la irracionalidad del submundo maravilloso y con los seres que lo pueblan. También es llamativa la originalidad de los personajes secundarios, muy bien caracterizados, que se mantienen fieles al texto de Carroll, pero que en la mayoría de los casos apenas son explotados por quedar relegados tras el protagonismo de Alicia.

Dejando de lado estos aciertos, la película pronto se torna en un compendio de situaciones que apenas se enlazan en una línea argumental demasiado previsible y manida. En este sentido, el desarrollo de la película nos recuerda el de un videojuego, donde es necesario superar determinadas pruebas que te conducen a una inevitable batalla final; para ello se recurrirá a la dinámica de encontrar determinados objetos que permitan realizar determinadas acciones. Así, Alicia acaba por convertirse en la mesiánica redentora anunciada por las profecías, que es atraída al País de las Maravillas para salvarlo de la tirana Reina de Corazones. Esto desentona notablemente con su primera visita, referida continuamente en la película, y de la cual no se ofrece ninguna explicación. En este contexto, la riqueza simbólica de los textos de Carroll se torna en una excusa estética para una fábula moral, donde el bien lucha contra el mal, con una Alicia transformada en el justiciero paladín que otorga a malos y a buenos lo que les corresponde.

Las dificultades para hilvanar la historia se observan en la necesidad de recurrir a la casualidad para resolver situaciones, eso por no mencionar las escenas forzadas para exhibir una tecnología 3D (no olvidemos que la película fue rodada originariamente en 2D, y la transformación al 3D, al margen de que sean traídas ad hoc, obliga a oscurecerla desluciendo su deslumbrante colorido), las sensiblería desentonada de algunos momentos (obligatoria para todo film de Disney), el maniqueísmo moral (que resulta más explícito según avanza la película), lo previsible de su argumento y lo sorprendente que resulta que la frágil jovencita protagonista recurra a la violencia y al combate, espada en mano, para resolver los problemas que se le plantean y salvar el mundo maravilloso. Todo esto provoca que la película, a pesar de las trepidantes dosis aventureras que se le insuflan, funcione con altibajos, entreteniendo a ratos y aburriendo a otros, mientras se aguarda el esperado desenlace.

En definitiva, y dado el presupuesto invertido y las expectativas que se prometía, se trata de un producto que no llega a convencer. Una pena para un diseño artístico soberbio y para la originalidad de unos personajes bien elaborados y caracterizados, pero poco explotados; elementos que desafinan en una narración mediocre, plagada de tópicos, acaso lastrada por el intento de llegar a un público mayoritario y de forzar el uso cada vez más promocionalmente obligado de la tecnología 3D.

Permítanme un último apunte. Mención aparte merece la ruptura con la heterosexualidad obligatoria, desafiada por una Alicia que planta cara a la heteronormatividad y es capaz de romper roles de género y consumaciones perdigueras. Una acertada sorpresa, mucho más cuando nos llega de las manos de Disney.