[Crítica] After Life
Agnieszka Wojtowicz-Vosloo, de profesión sus cortos independientes, se estrena con un primer largometraje como directora y guionista, After.Life. Así, con puntito en medio. Una película que parte de una buena idea que entre todos se encargan de malograr. Una histriónica Christina Ricci enseñando chicha es el reclamo. Su personaje, Anna, es una profesora de primaria infeliz con su novio y adicta a las pastillas. Una noche tiene una discusión con el muchacho en cuestión y sufre un accidente de tráfico. Despierta en una funeraria siendo adecentada para su entierro por Liam Neeson, cada vez en papeles más desconcertantes, quien le dice que está muerta y que su función es preparar tanto su cuerpo como su espíritu para el viaje final. Mientras, el novio de Anna, otra vez Justing Long haciendo de lo mismo, no lo tiene del todo claro y se dedica a buscarla.
La tensión psicológica radica en que no sabemos si ella está realmente muerta y Neeson puede comunicarse con el más allá, o si está siendo víctima de un perturbado. Ese es el juego de la directora, mantener la ambigüedad, despistar al espectador acerca de si le está contando una historia sobre un serial killer o si esta es una película sobre el tránsito a la Otra.Vida.
El problema es que Wojtowicz-Vosloo quiere hacer un thriller que pegue al espectador a la butaca y a la vez enviarle un mensaje existencial. Y falla en ambos supuestos. Sí, la reflexión profunda sobre el verdadero sentido de la vida tiene su aquel, igual que el final de la película tiene su gracia, pero queda todo sepultado bajo un montón de clichés y situaciones inconsistentes hasta que la cosa patina hacia el terreno del telefilm. El fastidioso abuso de planos extraños, el ritmo lento y agobiante, la constante musiquilla de mal rollito, hasta la presencia de un niño inquietante, todo está ahí para que al espectador no le quepa duda desde el primer fotograma de que esta es una peli de yuyito. El personaje de La Ricci como una histérica caprichosa con reacciones absurdas, la cara de palo de Neeson, las persecuciones mil veces vistas en las que la buena corre y el malo camina, los movimientos de cámara obvios… Todo juega en contra de una historia cargada de planos innecesarios y minutos extra. Lo que la idea inicial pudiera dar de sí, queda ahogado durante las casi dos horas de un viaje en el que el paisaje es demasiado insatisfactorio. Ahora, si lo que quieren es verle las turgencias a Christina Ricci, este es el sitio.