[BSO] Big Fish
Según se madura uno se vuelve más responsable, más consciente de la realidad que le rodea. Los avatares de la vida nos hacen militantes de la realidad más pura y dura, llegando a despreciar aquello que nos hace humanos y nos distingue del animal que anotómica y químicamente somos; LA IMAGINACIÓN.
La madurez supone generalmente abandonar historias increíbles, donde hombres y mujeres extraordinarios hacen cosas imposibles por crear un mundo mejor. Hombres y mujeres que nos dejan habitar dentro de su pellejo y sentir por un rato como se sienten aquellos que son capaces de cambiar la realidad de sus prójimos para bien. Como se sienten aquellos que se ven envueltos en historias increíbles, rodeados de seres extraordinarios que nada tienen que ver con lo cotidiano, a veces tan gris que repele el color y la luz de lo diferente e imaginativo.
A veces vamos más allá en nuestra cruzada contra ingenuidad imaginativa de la infancia y adolescencia. Si alguien por suerte conserva este don aun en edad adulta, lo despreciamos y tachamos de loco. Es como si la Nada oscura de la Historia interminable se abriese paso en nuestra cabeza y fuese invadiéndola desplazando de ella el arco iris de la Dorothy de Kansas, dejando tan solo espacio para el gris de la supuesta correcta forma de pensar y actuar de los adultos.
Sin la imaginación solo somos peleles en manos del manto pardo de la mediocridad. Sin la imaginación nuestra vida se limitaría a nacer, crecer, reproducirnos y morir, como las cucarachas del anuncio.
Hombres y mujeres, genios que no tendrían que morir nunca y permanecer como iconos para recordarnos que en la paleta de colores de la vida hay algo más que el blanco y negro. Genios reconocidos y anónimos que batallan por dar condición humana al pedazo de carne que somos y que luchan por abrirnos paso hacia mundos increíbles donde vivir nuestra verdadera conciencia. Que luchan por desenchufarnos del ritual al que nos sometemos al perder ilusiones y trasladarnos hasta nuestro propio pero desconocido universo. Son personas que tan sólo tienen como misión abrirnos los ojos a aquello que ni siquiera nosotros sabemos que queríamos. No lo harán conscientemente pero lo expondrán, y si nosotros llegamos a coincidir con ellos habremos tenido la suerte de poder optar a ello.
Big Fish habla de todo esto, de gente extraordinaria, de la infancia, de la madurez, de cómo nacemos sabiendo y envejecemos olvidando.
Un padre y hombre extraordinario, con una vida misteriosa y de cuento de hadas literalmente, conjuga sus quehaceres fantásticos con su vida cotidiana de padre, marido y habitante de la Tierra.
Su hijo crece entre la realidad más pura y las historias de su padre. Increíbles pero con un lugar para la duda razonable de pensar si hay algo o nada de cierto en ellas o son mitad verdad mitad invención.
La evolución a adulto del hijo y por ende la pérdida de ese gusto por lo extraordinario, ya que lo de ser genial no se hereda, hace que la desesperación llegue a su vida al comprobar que su padre, ni en sus últimas horas era capaz de reconocer la farsa de su vida y admitir lo irreal de sus historias.
Un enfado y decepción que se a crecenta debido a que las historias no eran propiamente cuentos de hadas, si no historias increíbles sobre episodios de la vida de su familia. Cómo se conocieron él y su madre, el nacimiento de su hijo, los trabajos que había tenido, los amigos y gente que había conocido, etc …
El hijo demandaba una verdad que el creía que se le estaba negando y que su padre se resistía a darle, asegurándole que cada frase que le había contado hasta entonces era verdad.
Una relación en el que el amor de un hijo por su padre y de un padre por su hijo se ve puesto a prueba por la triste lucha entre la genialidad de unos pocos que viven su vida como realmente quieren y que son genios porque sí y otros que creen firmemente en la locura de estos y que no ven donde los increíbles triunfan y donde ellos fracasan. De otros que desprecian la vida de estos porque no se ajusta a los planes de la mayoría. Ni siquiera la envidian, pasaron de la admiración en la niñez al desprecio en la edad adulta, incapaces de entender que existen mentes maravillosas superiores al resto y que disfrutan en su vida mas que los demás en mil de las suyas. Los desprecian porque se apartan de lo común y no hacen intención de acercarse a ello.
Al final y con su padre en el lecho de muerte algo en el interior del hijo se mueve para darle una última oportunidad a su padre. El amor y la admiración de aquel niño que escuchaba embobado las historias del padre golpean la conciencia del joven hijo y hacen que abra su mente por última vez al mundo de su padre. Una última oportunidad que será definitiva para convencer al hijo de que el mundo que creía invención de su padre no es si no más real y autentico de lo que el había vivido desde que el niño que llevaba dentro lo abandonó definitivamente.
Es preferible una mentira brillante a mil verdades grises, aunque a veces ser realidad o ficción depende de los ojos con se mire.
Dany Elfman nos presenta una banda sonora intimista que acompaña las escenas de manera sencilla, sin destacar con cortes rimbombantes que acaparen la atención, pero que fieles a la seña de identidad de Elfman son difíciles de ignorar.
Excepto el tema principal de la película “Big Fish”, los demás son temas más discretos en su instrumentalidad y a veces es verdad que puede parecer que Elfman ha perdido su estilo propio entre sonidos estridentes y salidas de ritmo. Eso puede llamarse evolución aunque haya gente a la que le parezca una excentricidad carente de sentido. Es verdad que aunque haya cortes que nos recuerden a “Pesadilla antes de navidad”, “Eduardo manostijeras” o “ Sleepy Hollow”, el global de la BSO de “Big Fish” nada tiene que ver con estas, y es que esta película nada tiene que ver con otras cintas de Tim Burton a pesar de poseer el inconfundible sello del director.
Caben destacar de la totalidad de cortes de la banda sonora los cortes de “Sandra´s Theme”, “The journey home”, “Sandra´s farewell” y “Finale”.
A mí sobre todo me emocionó y llegó bastante el tema de “Finale”. En la escena donde por fin padre e hijo encuentran la sintonía y entran de lleno y de la mano en el mundo del “viejo charlatán”. El tema, un poco resumen de la película emociona y deja al espectador un nudo en la garganta que puede acabar en lágrimas incluso. Una conexión rota entre un padre “burtoniano” y un hijo convencional , que se recupera al final de los días del padre al estilo de este último, merece un corte tan fantástico como este.