Crítica Blue Jasmine
Es abrumador ver como el señor Allen vuelve a hacer una gran película una y otra vez. Parece contradictorio atendiendo a la promiscuidad fílmica que tiene este director, pero película tras película lo consigue.
No son buenas películas debido a temas impactantes, ni a su escenografía espectacular a lo memorias de África, no tienen una fotografía destacada por sus entornos idílicos, ni efectos especiales asombrosos aunque sí muy buenas bandas sonoras. Son grandes películas porque nadie cuenta historias cotidianas como Woody Allen. Son historias que pudieran parecer inverosímiles desde la mediocridad e incluso sosería de nuestras vidas, pero que son muy cotidianas. Lo que ocurre es que la magia imperceptible que el Sr. Allen da a su fotografía, escenografía, vestuario, banda sonora y sobre todo a su diálogo las hacen parecer algo ajeno a una vida cotidiana.
En Blue Jasmine concretamente, el genio Woody Allen hace lo que mejor sabe. Nos narra una vida cotidiana, de altísima sociedad neoyorquina, pero cotidiana al fin y al cabo, nos cuenta una historia normal. La historia normal de alguien ajeno a nuestro mundo, alguien con tanto dinero que nos es tan cercano como un extraterrestre podría serlo. Alguien cuya vida, problemas y relaciones sociales son tan diferentes a las vidas de alguien de clase media que incluso llegamos a infravalorarlos. Pensamos que alguien con tanto dinero nunca puede tener problemas merecedores de ser considerados, merecedores de ser tomados en serio y es que en nuestra valoración de la frívola vida de un multimillonario caemos siempre en una frivolidad aún mayor que la suya. Incluso pensamos, seguramente por envida y no sana, que puede que hasta se merezcan alguna fatalidad que otra.
En este caso Jasmine, esposa de profesión de un exitoso hombre de negocios, cae en la más absoluta ruina tras la detención y encarcelación de su marido debido a numerosas estafas, desfalcos y blanqueo de dinero negro. Jasmine cuya vida estaba dedicada a ser esposa de y vivir como se supone ha de vivir una mujer de tan alta clase, se ve desprotegida y desvalida cuando, aquello entorno a lo que su vida giraba, desaparece. Desaparece el dinero del que estaba hecho el suelo que pisaba. Su mundo se desmorona y su mente empieza a hacer aguas tras el terremoto. Refugiada en el alcohol y los ansiolíticos, abandonada por sus amigos y rechazada por su hijo, ve abrigo en su hermana, una mujer de clase media baja afincada en San Francisco. Jasmine se ve obligada a bajar a un mundo que para ella, al igual que el suyo para el resto de los mortales, es incomprensible y ni siquiera le parece real. Buscar un trabajo, formarse para ello y vivir con el poco dinero que gana supone un terrible esfuerzo y una cruel humillación para alguien que lo ha tenido todo, que lo era todo en su mundo y que ahora en un sitio para ella inferior es el último mono.
Quiero entender y empáticamente comprendo, que para cualquiera que viaje de invitado de un mundo a otro, el otro le parecerá irreal, poco verosímil y en ocasiones lo despreciará, pero hay que ponerse en el lugar de cada cual y pensar que los problemas de cada uno son los más importantes y que todos a nuestro nivel podemos sufrir reveses. Nadie por ser rico o pobre deja de sufrir y puede que el dinero solucione muchos problemas, pero también puede que genere otros que ante la falta de él no podamos ni imaginar.
El verdadero problema a mi entender es pertenecer a un mundo e ignorar al otro, prácticamente negando u obviando su existencia.